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Por angostos caminos los comerciantes cruzaban las montañas cargando a la espalda panes de sal, bultos de ollas, mantas y alimentos. En ciertos lugares especiales acostumbraban encontrarse con las tribus vecinas e intercambiaban sus productos por oro, algodón, plumas, coca y caracoles marinos. También en algunos pueblos había mercado cada 4 días. Los días de mercado eran diferentes en cada sitio, lo que permitía que todos los días de la semana hubiera un lugar diferente donde ir a mercar.
Tomado de: Giraldo de Puech María de la Luz. Así éramos los muiscas. Bogotá, Banco de la República; Fundación de Investigaciones. 1986.
Los conflictos muiscas
Cuando había un problema muy grave que resolver, como una guerra o una hambruna, se reunían los caciques y los usaques de las tribus y juntos escogían una solución. Para comunicar sus decisiones a las tribus enviaban tiuquines, unos hombres ágiles y fuertes que llevaban corriendo las noticias de pueblo en pueblo.
Los guerreros muiscas
Los güechas cuidaban las fronteras. Eran soldados muy bien entrenados que defendían sus sembrados y pobladores de los ataques de los indios Panches, Muzos y Colimas. Estos enemigos les lanzaban flechas envenenadas, se comían a los prisioneros Muiscas y usaban sus cabezas como trofeos.
Las batallas
Los güechas usaban macanas, lanzas y hondas. Lanzaban dardos incendiarios con sus quesques o propulsores y se defendían con escudos de cuero. Durante las batallas cargaban las momias de los antiguos guerreros para darse más valor. Las mujeres les repartían chicha y los músicos tocaban tambores y caracoles.
Tomado de: Giraldo de Puech María de la Luz. Así éramos los muiscas. Bogotá, Banco de la República; Fundación de Investigaciones. 1986.
Las fiestas
Las fiestas de fin de año eran sensacionales. Todos, niños y grandes, dirigentes y súbditos, iban en procesión al templo del Sol en Suamox (Sogamoso). Eran miles de peregrinos que se pintaban la cara y el cuerpo con dibujos representativos de su tribu y vestían sus mejores mantas.
Las ofrendas
Los muiscas hacían ofrecimientos a sus dioses en forma de figurillas de oro y de tumbaga, una aleación de oro y cobre. A cambio pedían buena salud y abundantes cosechas. Después, el cacique los invitaba a su cercado a tomar chicha y a bailar durante varios días.
Los futuros jeques
Los futuros sacerdotes recibían desde niños una larga educación. Cuando se volvían jeques, cuidaban los templos y dirigían las ceremonias religiosas. Los muiscas enterraban a sus muertos, pero a los grandes jefes los momificaban primero. Los jeques eran quienes entregaban las ofrendas a los dioses en los santuarios.
Sacrificios humanos
Los muiscas traían niños de otras tierras a los que llamaban “moxas”, y los educaban y cuidaban hasta cumplir los 15 años, cuando eran sacrificados y su sangre era ofrecida al Sol.
Tomado de: Giraldo de Puech María de la Luz. Así éramos los muiscas. Bogotá, Banco de la República; Fundación de Investigaciones. 1986.
Los jeques
Los jeques sabían muchas cosas. Por el movimiento de las estrellas y las nubes predecían lluvias, vientos, hielos y cambios de temperatura. Curaban muchas enfermedades con hierbas y podían interpretar los sueños. Por los cambios de luna, calculaban el tiempo y sabían cuándo había que sembrar, abonar y podar las plantas.
Tomado de: Giraldo de Puech María de la Luz. Así éramos los muiscas. Bogotá, Banco de la República; Fundación de Investigaciones. 1986.
Los Muiscas constituían una Nación muy organizada.
Varias familias formaban un clan, varios clanes una tribu y varias tribus un cacicazgo. Además cada persona, según su oficio, pertenecía a un grupo. Los caciques y usaques dirigían, los gechas o guerreros defendían. Los jeques curaban y se ponían en contacto con los dioses. Los artesanos y los mineros hacían la vida más agradable y bella.
Los comerciantes traían cosas nuevas y raras. Los que cultivaban la tierra eran el grupo más numeroso. Les daban comida a todos los demás. Eran la vida del pueblo muisca. Así, cada grupo ayudaba a que todos vivieran en orden y paz.
Tomado de: Giraldo de Puech María de la Luz. Así éramos los muiscas. Bogotá, Banco de la República; Fundación de Investigaciones. 1986.